EL SABOR DE LA TRAICIÓN by Ralph Barby

EL SABOR DE LA TRAICIÓN by Ralph Barby

autor:Ralph Barby
La lengua: es
Format: azw, epub, mobi
Tags: adv_western
editor: Editorial Bruguera, S.A.
publicado: 2015-01-30T00:00:00+00:00


CAPÍTULO IX

Lex Koster se adentró en las tierras de los Morgan montado sobre su garañón bayo.

Había cabalgado junto a la vía férrea, ya que el tren pasaba por el interior del rancho, un rancho sin demasiada suerte. Había quien comentaba que su mala suerte se la debía a la presencia del ferrocarril, como si éste fuera segregando malignidad cada vez que pasara por allí.

La casa de los Morgan no quedaba muy lejos de la vía férrea y podía verse desde el tren. De igual forma, desde el amplio zaguán, sentado en su poltrona, el propio Morgan había contemplado infinidad de veces el paso del rápido y humeante tren.

Ya estaba relativamente cerca de la casa cuando un disparo de rifle le contuvo.

—¡Morgan, no dispares, soy Lex Koster!

—Sí, ya te veo, Lex —replicó Morgan con su voz cascada, sosteniendo un arma de pie en el umbral de su casa.

Por las ventanas que se hallaban a derecha e izquierda, asomaban dos rifles que apuntaban al visitante, dos rifles manejados por los hijos de Morgan.

—No hay motivo para que nos agujereemos el pellejo, Morgan, salvo que tú opines lo contrario.

—¿A qué has venido, Lex Koster?

—¿Puedo acercarme y no tendremos que hablar a gritos?

—Hazlo, pero que sea con las manos en alto.

—¿Temes que te dispare?

—Soy precavido, Lex. Las cosas no andan muy bien para mí y la vida me ha hecho desconfiado.

—De acuerdo, Morgan.

Lex alzó sus manos y espoleando al caballo, avanzó hacia la casa deteniéndose ante ella.

—Bien, Morgan. ¿Hasta cuándo he de permanecer con las manos en alto? Después de todo, tus hijos me están encañonando con sus rifles.

—De acuerdo, baja las manos, pero ándate con cuidado si quieres pasarte de listo.

—Ya te he dicho que vengo a hablar contigo.

—No tengo nada particular contra ti, Lex, pero no voy a cargar con el muerto de otro y tú ya me entiendes.

—Ni yo quiero que lo cargues. No sería justo, Morgan.

—Por la ciudad se comenta que podemos haber sido nosotros los que pagamos a ese pistolero para que matara a tu padre.

—¿Por eso has convertido tu casa en un fortín?

—Tu padre era un hombre apreciado aunque a mí me fueran mal las cosas con él y eso, todo el mundo lo sabe. Tenía pocos enemigos y menos cuyos nombres comenzaran por «M».

—La noticia de la carta que sirvió para contratar al pistolero Silver Wolf ha corrido como incendio en medio de un huracán.

—Bastaría con que alguien pagara ron en el saloon y me acusara después para que la ciudad entera viniera aquí para lincharme cuando yo no he pagado a ningún sicario.

—Estoy seguro de eso, Morgan. Tú no tenías seiscientos dólares para pagar y de querer matar a mi padre, lo hubieras hecho personalmente.

—Entonces, si no sospechas de mí, ¿a qué has venido?

—Ya te lo he dicho, a hablar.

—Entonces, desmonta y pasa a tomar un trago. —Alzó la voz para ser oído dentro de la casa—: Guardad la artillería.

Lex descabalgó y penetró en la vivienda.

Morgan estaba grave y sus hijos le observaron con suspicacia, recelosos todavía.



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